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Valladolid, Castilla y León, Spain
Graduado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte | Director de EDUVIC-Inspira tu país | Director del Programa DTD en la Universidad Europea Miguel de Cervantes | Análisis Observacional y Detección de Jóvenes Talentos en Fútbol | Deporte y educación al servicio del desarrollo humano

miércoles, 30 de abril de 2014

Argumentación positiva al dirigirnos al deportista

Hoy hablaré de la importancia que tiene el utilizar argumentos expresados de forma positiva a la hora de transmitir la información a los deportistas. A simple vista parece un detalle que puede ser pasado por alto y que no presenta aparentemente trascendencia alguna, pero afecta de lleno a la función cerebral del deportista.

Cuando queramos transmitir una corrección, tanto a nivel individual como colectivo, debemos evitar palabras negativas que evoquen el error o la imposibilidad de realizar una acción. En esos casos el cerebro procesa la información y genera una imagen mental que se centra en el componente negativo, generando un bloqueo o barrera psicológica que imposibilita la puesta en práctica de la tarea con las facultades al 100%.

Si en cambio transmitimos la información de forma positiva y argumentando soluciones, estaremos contribuyendo a que el jugador se conciencie de que es capaz de realizar con éxito aquello que le es requerido. Se trata de favorecer un correcto estado emocional de los deportistas, facilitándolos un hábitat idóneo para desempeñar sus cualidades de la mejor manera posible.

Estas sinergias positivas desencadenan un aumento de la motivación y la autoestima, dotando a los jugadores de confianza en su potencial.

Generalmente en el deporte no vence el mejor, sino quien más cree en sus posibilidades de conseguir la victoria. Si aplicamos un constante refuerzo positivo y logramos automatizar esto en el día a día, estaremos dando un paso muy importante para alcanzar los objetivos.

Esta sinergia positiva cobra más importancia aún si hablamos de su aplicación en jóvenes, ya que nuestro deber como formadores es la de mantener a los niños que practican deporte en un estado de felicidad constante e ilusión por entrenar y superarse. Cuanto más hagamos creerles que es posible, antes llegarán a interiorizar que es posible conseguirlo.

No más frases como: eres muy malo, has fallado, no sabes hacerlo, no lo intentes, otra vez igual, etc.,..cambiémoslo por: prueba a hacerlo de esta manera, inténtalo otra vez, creo que deberías modificar esto, practica más este gesto o movimiento, etc.

Este es el camino a seguir.

miércoles, 2 de abril de 2014

Felicidad Vs disciplina en el deportista

Siempre que se trata de hallar la fórmula del éxito en el deporte, ya sea este un deporte individual o colectivo, sale a relucir la importancia de la disciplina y el cumplimiento de una serie de normas para poder alcanzar las metas establecidas. De acuerdo, todos necesitamos marcar un camino en nuestras vidas que nos mantenga alerta y siguiendo el guión establecido pero, ¿estamos aplicando realmente el significado de la palabra disciplina?

Cito la definición: “coordinación de actitudes con las cuales se instruye para desarrollar habilidades, o para seguir un determinado código de conducta u orden”. Sin embargo, existe la controversia de asociar esa disciplina a una falta de libertad e incomodidad por parte del deportista, cayendo en el error de hacer un juicio erróneo en cuanto a lo que esta palabra se refiere. Disciplina no es aburrimiento, no es monotonía, ni tampoco es molestia.

Por esa razón voy a hablar de la disciplina bien entendida, esa que debe estar formada por una serie de reglas adaptadas a aquellas situaciones en las que un deportista siente pasión y entusiasmo por su trabajo. Esa que habla de actitudes sí, pero de actitudes positivas. Esa que lleva implícita la palabra felicidad, la verdadera clave del éxito y que debe prevalecer por encima de todo en la carrera del deportista. Busquemos un equilibrio personal en el que las normas se acepten con un sentimiento de crecimiento constante, de interacción y enriquecimiento mutuo con todas las personas del entorno (entrenadores, preparadores, aficionados, compañeros, familia, etc). De lo contrario, cuerpo y mente estarán avanzando en direcciones opuestas.

Debemos exigirnos el concederle al deportista ese hábitat positivo, pues sólo en esa situación será en la que pueda dar lo mejor de sí mismo y ofrecernos el 100% de su potencial. Nadie aceptaría una disciplina sino le hace feliz, al igual que nadie sería feliz aceptando una disciplina impuesta. Por lo tanto, busquemos la forma de mantener a los deportistas felices. Lo demás puede esperar, porque en este caso lo demás necesita que esto se materialice primero. Empecemos a construir la casa por los cimientos y no por el tejado.

He visto de todo en el mundo del deporte, he leído y releído cientos de metodologías y variables que buscaban dar con la tecla para la creación de campeones. He sido partícipe de esa búsqueda en mi constante crecimiento personal y evolución laboral, sin embargo, mi conclusión es que conozco a escasos campeones que lo hayan sido sin ser felices en sus vidas.

El entusiasmo es el motor del ser humano, aquello que hace que nuestros sueños se vean un poquito más cerca en nuestra cabeza, y que nos levantemos cada día con ánimo de emprender el camino hacia ellos. A veces, en el mundo del deporte, la respuesta a tantas incógnitas es mucho más sencilla. Como seres humanos nos regimos por el corazón, y sólo cuando nuestro corazón late con fuerza estamos en sintonía con la felicidad.

No hace falta decir que nosotros, la gente del deporte, los preparadores, entrenadores, asesores, representantes y demás personas en contacto con los deportistas, debemos ser los primeros en predicar con el ejemplo. De lo contrario, si dejamos de sentir pasión e ilusión en nuestro trabajo, lo mejor es que vayamos buscando otro empleo.

“¿Por qué siempre nos enseñan que lo fácil y malvado es hacer lo que queremos y que debemos disciplinarnos para reprimirnos a nosotros mismos? Es la cosa más difícil del mundo: Hacer lo que queremos. Y necesita del más elevado tipo de coraje. Quiero decir, lo que realmente queremos. – Ayn Rand.