Siempre que se trata de
hallar la fórmula del éxito en el deporte, ya sea este un deporte individual o
colectivo, sale a relucir la importancia de la disciplina y el cumplimiento de una serie de normas para poder
alcanzar las metas establecidas. De acuerdo, todos necesitamos marcar un camino
en nuestras vidas que nos mantenga alerta y siguiendo el guión establecido
pero, ¿estamos aplicando realmente el significado de la palabra disciplina?
Cito la definición: “coordinación
de actitudes con las cuales se
instruye para desarrollar habilidades, o para seguir un determinado código de conducta u orden”. Sin
embargo, existe la controversia de asociar esa disciplina a una falta de
libertad e incomodidad por parte del deportista, cayendo en el error de hacer
un juicio erróneo en cuanto a lo que esta palabra se refiere. Disciplina no es
aburrimiento, no es monotonía, ni tampoco es molestia.
Por esa razón voy a hablar
de la disciplina bien entendida, esa que debe estar formada por una serie de
reglas adaptadas a aquellas situaciones en las que un deportista siente pasión y entusiasmo por su trabajo. Esa que habla de actitudes sí, pero de
actitudes positivas. Esa que lleva implícita la palabra felicidad, la verdadera clave del éxito y que debe prevalecer por
encima de todo en la carrera del deportista. Busquemos un equilibrio personal en el que las normas se acepten con un
sentimiento de crecimiento
constante, de interacción y enriquecimiento
mutuo con todas las personas del entorno (entrenadores, preparadores,
aficionados, compañeros, familia, etc). De lo contrario, cuerpo y mente estarán
avanzando en direcciones opuestas.
Debemos exigirnos el
concederle al deportista ese hábitat positivo, pues sólo en esa situación será
en la que pueda dar lo mejor de sí mismo y ofrecernos el 100% de su potencial. Nadie
aceptaría una disciplina sino le hace feliz, al igual que nadie sería feliz
aceptando una disciplina impuesta. Por lo tanto, busquemos la forma de mantener
a los deportistas felices. Lo demás puede esperar, porque
en este caso lo demás necesita que esto se materialice primero. Empecemos a
construir la casa por los cimientos y no por el tejado.
He visto de todo en el mundo
del deporte, he leído y releído cientos de metodologías y variables que
buscaban dar con la tecla para la creación de campeones. He sido partícipe de
esa búsqueda en mi constante crecimiento personal y evolución laboral, sin
embargo, mi conclusión es que conozco a escasos campeones que lo hayan sido sin
ser felices en sus vidas.
El entusiasmo es el motor del ser humano, aquello que hace que
nuestros sueños se vean un poquito más cerca en nuestra cabeza, y que nos
levantemos cada día con ánimo de emprender el camino hacia ellos. A veces, en
el mundo del deporte, la respuesta a tantas incógnitas es mucho más sencilla.
Como seres humanos nos regimos por el corazón,
y sólo cuando nuestro corazón late con fuerza estamos en sintonía con la
felicidad.
No hace falta decir que
nosotros, la gente del deporte, los preparadores, entrenadores, asesores,
representantes y demás personas en contacto con los deportistas, debemos ser
los primeros en predicar con el ejemplo. De lo contrario, si dejamos de sentir
pasión e ilusión en nuestro trabajo,
lo mejor es que vayamos buscando otro empleo.
“¿Por
qué siempre nos enseñan que lo fácil y malvado es hacer lo que queremos y que
debemos disciplinarnos para reprimirnos a nosotros mismos? Es la cosa más
difícil del mundo: Hacer lo que queremos. Y necesita del más elevado tipo de
coraje. Quiero decir, lo que realmente queremos.” –
Ayn Rand.
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