Es muy fácil el hecho de pensar que la aplicación del
coaching en el deportista es un camino seguro para la consecución de las metas,
ya que aparentemente estamos facilitando al deportista una mejora en la
confianza y en su estado mental. A simple vista parece sencillo, dotamos al
deportista de una persona a su lado que le ayude a avanzar y problema resuelto,
pero, ¿qué pasa en todos aquellos momentos en los que el deportista se
encuentra sólo?. En ese momento es donde entra en juego tanto el papel del buen
coach o motivador, como la personalidad del deportista.
Puedes pasarte un día entero dando información al
deportista para que cambie su forma de pensar y actuar, y seguramente su
actitud cuando tu lo miras es la de alguien que está sufriendo una
transformación, alguien cómplice de tus enseñanzas, pero nada de eso sirve si
en el momento que él regresa a su casa todo esto desaparece. Por ello, no es tan
importante el saber transmitir al deportista, como el tener el don de cambiar
sus pensamientos y creencias, ser un verdadero líder para él.
El objetivo es formar una persona nueva, una persona que
mire al futuro con otra perspectiva, alguien que no vea límites en su vida,
pero no sólo eso, sino que esté realmente convencido de que no existen. Una
persona que si tuviera que caminar sola el resto de su vida sin ayuda
profesional no tuviera ningún problema para reafirmarse cada día en el camino
del éxito, y esa es la verdadera dificultad con la que nos encontramos.
Vivimos en una sociedad dónde cada aspecto de nuestra
personalidad es moldeada por la sociedad a su antojo, existiendo cada vez menos
personas únicas, diferentes, que se salen del guion, pero eso no es más que la
falsa creencia infundada de que debemos ser como los demás, de que si la
mayoría de las personas son o actúan de una manera será porque es la correcta.
Esta idea debe desaparecer radicalmente, puesto que el primer paso hacia el éxito
es comprender que esas personas no tienen la suerte de conocer el poder de la
mente, pero nosotros sí.
En todo momento el deportista tiene que comprender que lo
que nosotros le proponemos es lo correcto, que no puede haber lugar a la duda,
en caso contrario nos encontraríamos ante una pérdida de tiempo. Para ello hay
que demostrarle que no nos equivocamos, que nosotros mismos estamos en la misma
senda del triunfo en la que está él, que creemos tan firmemente en nuestras
enseñanzas que nos beneficiamos y obtenemos unos resultados increíbles en
nuestra vida, y que él ha tenido la suerte de cruzarse en nuestro camino para
beneficiarse también.
El descubrir el poder de la mente, de la ilusión, le
proporcionará una verdadera suerte en la vida, una suerte que hace que todo sea
más sencillo, que desaparezcan las dudas, que se pueda mirar al futuro con el
optimismo de aquel que no conoce imposibles, con la confianza de aquel que sabe
que a lo largo del camino recogerá sus frutos.
Entonces el deportista, al encontrarse sólo consigo
mismo, en silencio, apartado del ruido que provoca el entorno y las exigencias
de este, sabrá que debe de estar tranquilo, que los éxitos no van a tardar en
llegar, y sobre todo disfrutará de ese camino tan fascinante en el que está
inmerso. Ese camino que cada día concede nuevas sorpresas que le alegran la
vida, el camino del éxito que nunca más deberá de abandonar. Desde esa
perspectiva la vida se ve mucho más fácil, ya que nunca esta fue difícil. Sólo
se requiere ser ambicioso, positivo, tener ilusión, y tener confianza en
nuestras posibilidades, la suma de todo esto se llama triunfo.