Ante la controversia que se
está generando en los últimos años con el alto sentido competitivo del fútbol
en categorías inferiores, creo que
es el momento de replantearse seriamente si estamos contribuyendo de forma
positiva al desarrollo de los más jóvenes. Rotundamente “no”.
Mi propuesta se basa en un desarrollo formativo puro, de forma
progresiva, e incidiendo en el aspecto cognitivo de los jugadores. Sólo de esta
manera podremos potenciar en su máxima expresión la imaginación y creatividad
en el transcurso del juego. Nos importa el desarrollo de la inteligencia en el juego. Cito una
frase de Horst Wein “El fútbol debe empezar por la cabeza, pasar por el corazón
y terminar con los pies”.
La primera medida que debe
tomarse es reunir a los padres
periódicamente y explicarles que nuestro cometido es formar jugadores y desarrollar su potencial innato, no ganar partidos. Esto es esencial para poder
desarrollar nuestro trabajo sin un entorno distorsionador hacia el juego de los
jóvenes deportistas. El futuro de un niño en el deporte dependerá de la
correcta adquisición de los fundamentos y habilidades, no del número de
partidos que haya ganado a lo largo de su etapa de desarrollo.
Después, centraremos
nuestros esfuerzos en potenciar el aspecto
cognitivo y la toma de decisiones,
con una correcta percepción de la situación para poder seleccionar el momento y
zona del campo adecuada para poner en práctica una habilidad. Generalmente los
mejores no son los más hábiles, sino los que mejor comprenden cuando es el
momento idóneo para realizar una acción. Igualmente, debemos conceder libertad al deportista para que sea él
quien explore las alternativas
posibles.
No se
concibe de ninguna manera una especialización
por puestos desde edades tempranas, ya que el niño gusta de jugar y de sentir
un nexo de unión con la pelota. Sólo con el paso de los años podremos intuir en
qué posición puede jugar un futbolista, únicamente una vez que ya se hayan
desarrollado todas las habilidades.
A la hora de competir, seguiremos
una progresión lógica en función de la
edad de los jugadores para no
limitar su potencial técnico-táctico, físico y psicológico. Empezaremos con
ejercicios en situación de 3 contra 3 con 4 porterías a los 7/8 años de edad,
pasando a jugar en situación de Fútbol 7 en torno a los 11/12 años, e
intentando amortiguar el posterior salto desde Fútbol 7 al Fútbol 11 con situaciones
de juego 9 contra 9 de forma temporal. Todos los ejercicios de entrenamiento
deben tener transferencia a una situación real de juego.
Asimismo, los niños deben
jugar con balones de dimensiones reducidas, ya que no se
recomienda jugar con balones de dimensión reglamentaria hasta alcanzar los 14 años de edad. Estudios científicos
han demostrado que el golpear repetidamente una pelota de un tamaño excesivo
durante el período de crecimiento del niño, puede causar lesiones irreversibles y secuencias
motoras erróneas.
Otro de los aspectos a erradicar es la tendencia de estos
jugadores de cantera a imitar situaciones
de juego de los más mayores, ya que no disponen de las mismas características y
condiciones para ver plasmadas las mismas acciones y el mismo desarrollo del
partido. Debemos alejar a los niños de la idea de enfocar todo el juego hacia
la portería contraria como único objetivo, explorando
la horizontalidad y la
percepción del espacio de forma multidimensional.
Finalmente, debemos resaltar
también la importancia que tiene el consenso
entre entrenadores y formadores
para explicar de igual forma un aspecto determinado del juego. No podemos crear
una confusión en los deportistas sobre cuál de las metodologías es la correcta,
ayudando a que se centren únicamente en el desarrollo
cognitivo, emocional e intelectual.
Todos deberíamos meternos en la cabeza estas normas para educar a los chavales, considero que es una gran propuesta, ánimo con tus ideas porque me parecen muy innovadoras y positivas. Saludos, Francisco.
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